Una nueva etapa en tiempos difíciles

Escribir y opinar, más que un derecho universal reconocido por la mayoría de Estados del mundo, es una pasión, un deber, el punto máximo de eyaculación mental sentido en el cerebro y las venas con hervor y efervescencia cada vez que nos sentamos a redactar una nota, un ensayo, un artículo o una columna con el fin de hacerla pública.
Resistir esta tentación que nos asalta a diario a quienes nos gusta este oficio, es tan nocivo para nuestra salud mental que no hacerlo, puede llevarnos a caer en la demencia, dañinos vicios, o el suicidio.
Gabriel García Márquez al recibir el premio Novel de Literatura en Estocolmo, Suecia, dijo sobre esta pasión: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”
O como lo dijo el excelente dramaturgo estadounidense Tennessee Williams: ¿Por qué escribo? Porque encuentro la vida poco satisfactoria.
Por su parte José Saramago, novelista portugués, afirmaba: “Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desosegar.”
Aunque son miles las razones o motivos las que inspiran a quienes bien, regular, o mal nos atrevemos a expresarnos, estas tres citadas razones recogen en gran medida mi necesidad imperiosa de retomar esta columna y este medio.
Nada fácil y ojalá las fuerzas y energías nos alcancen durante mucho tiempo, para mantener vigente y activas la revista física y digital en esta nueva etapa que hemos emprendido, buscando siempre hacer la vida más satisfactoria, así algunos personajes entren en desasosiego.