Oscurantismo premeditado

Rubén Darío Ramírez Arbeláez
En el Siglo XX hubo un afán por adquirir conocimiento. No solo los padres de familia se esforzaban para que sus hijos fueran al colegio y después a la universidad donde el orgullo era pasar la tarjeta de participación anunciando la graduación y en no pocos casos se exageraba de las proezas académicas de los vástagos acompañada de un brindis o una fiesta. Ese anhelo por el saber, motivó a las casas editoriales a impulsar la comercialización de las enciclopedias y diccionarios con facilidades de pago en módicas cuotas mensuales: Larousse, Espasa, Temática, Salvat, Británica, entre otras, y lógicamente el diccionario Inglés-Español no podían faltar en los hogares. Inclusive, había simpáticas discusiones por la coloración de la pasta de la enciclopedia para que coincidiera con el color del tapete. En las madrugadas algunos padres se atrevían temerosos a abrir la enciclopedia y después poner un tema en la mesa del comedor con sus hijos y mostrar con jactancia algún conocimiento. Realmente había una ansiedad por obtener comprensión acerca de lo que sucedía en el mundo, indagar sobre el por qué de las cosas.
En el SIGLO XXI, se evidencia un cansancio por la lectura y la ciencia, por obtener una información fundamentada que contraste los imaginarios, las leyendas o las ocurrencias. En el SIGLO XX se luchaba por la LIBERTAD DE EXPRESIÓN y el DERECHO A LA EDUCACIÓN; en el SIGLO XXI se produce una trifulca por la LIBERTAD A MENTIR.
Con el auge de las redes sociales, pululan las noticias falsas, los infundios científicos, la cura de enfermedades fundamentadas en las lindezas. En el SIGLO XXI resucitó el apoyo a la ignorancia eligiendo líderes que asumieron el poder administrativo en países, gobernaciones y alcaldías. Políticos populistas que aprovechan el analfabetismo funcional asemejándose a sus electores con su IGNORANCIA PREMEDITADA.
La pandemia del COVID 19, permitió conocer no solo la debilidad del sistema de salud a nivel mundial, sino la utilización de la tragedia para que los gobernantes manipularan a la opinión pública. Hoy se hace difícil discernir entre la realidad y el embuste. Y no solamente con nombres anónimos o cuentas falsas, sino desde las sedes gubernamentales con el apoyo de medios de comunicación con intereses claramente económicos y políticos que confunden y distraen al ciudadano. Con la pandemia, no solo se están perdiendo vidas, la democracia y la verdad están lesionadas.
También cambió nuestra psicología en las relaciones familiares, vecinales y comunitarias. Laboralmente se perdieron miles de empleos, en nuestro trabajo la virtualidad obligó a modificar paradigmas, pero tenemos que decir que también surgieron de forma positiva, nuevas formas de solidaridad.
El confinamiento fue y es una experiencia que puso a prueba todas nuestras capacidades. No solo requerimos con urgencia la vacuna, sino un jarabe contra la somnolencia. Se ha creado una masa de no creyentes del Corona virus, auspiciado por los mismos gobernantes, mientras millares de contagiados mueren sin ni siquiera hacerles la prueba. La negación de la existencia del virus y la necesidad del uso de las mascarillas, es similar a los años que perduró la creencia popular de que los cinturones de seguridad en los vehículos no servían para salvar vidas. Solo la promulgación de leyes y las multas, lograron convencer a los negacionistas.
Igualmente la incertidumbre ha conllevado a buscar nuevas formas de subsistir, a inventar nuevos estilos de vida, pero de manera infortunada lleva a una mayoría a depender de las directrices de gobiernos que manipulan el miedo, para mantener las mismas condiciones de vida precarias que tenían.
Trump, Johnson, Bolsonaro, López Obrador con el remedo de mandatarios de Colombia, Ecuador y Perú, adoptaron el mecanismo del NEGACIONISMO para enfrentar la pandemia. Gobernantes que sin fundamento científico lanzan públicamente brebajes para la cura del COVID 19 y seguidores ciegos que las acatan con sus consecuencias lógicas
La inteligencia se confunde con la audacia y la malicia. Líderes inescrupulosos están aprovechando para controlarnos, sin necesidad de matarnos directamente.
Hoy, pululan los vendedores de humo y la mejor mascarilla es aprender a defenderse de la mentira. Tenemos que guiarnos por la evidencia científica, por aprender a diferenciar entre las noticias falsas y las que se ciñen a la verdad; utilizar nuestras mayores capacidades para estar alertas y reaccionar pensando, analizando y principalmente actuando de la mano de la ciencia.
Indagar, revisar y evaluar es una tarea indispensable para no perder el rumbo. La verdad es contrastable y ante las miles de mentiras que circulan en el ámbito público y privado diariamente, no podemos ceder permitiendo la manipulación descarada.