¿Hacia dónde mirar?

Muy difícil la tienen quienes resulten triunfantes en el proceso electoral presidencial que se inicia este 29 de mayo y que podría concluir ahí, si algunos de los aspirantes obtienen más del cincuenta por ciento del total de la votación depositada en las urnas. De no ser así, la segunda vuelta sobrevendrá tres semanas después.
Difícil y además demasiado complicado, porque tanto a nivel interno, como en el ámbito internacional, las condiciones económicas, políticas, sociales y de relaciones con nuestros pares no son las mejores, y con bastante preocupación vemos que tienden a empeorarse. De la “Guerra Fría” estamos pasando a la guerra político – militar efectiva, con un total desconocimiento de la diplomacia, del Derecho Internacional Humanitario y el estatuto universal que desde 1948 fue aprobado por Naciones Unidas, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.
Todo indicaba que la experiencia vivida por la ambición expansionista del faScismo, su posterior derrota y el juzgamiento que de sus líderes hicieron los Tribunales Internacionales Ad Hoc creados para castigar los crímenes de guerra cometidos, se terminaría, y esta ejemplar experiencia de juzgamiento sería irrepetible en esa dimensión por el nuevo órgano creado por el Estatuto de Roma en 1998: la Corte Penal Internacional.
Esta equivocada concepción fue desvirtuada poco tiempo después por la realidad, y las nuevas guerras sobrevinieron, y los delitos contemplados en el Estatuto de Roma fueron cometidos por líderes políticos y militares que continuaron las guerras históricas secesionistas y religiosas y/o buscaron expandir o recobrar sus antiguos territorios.
La historia que sobrevino a los anteriores hechos ya es bastante conocida por nuestra actual generación, dentro de la cual encajan la totalidad de aspirantes a la presidencia y vicepresidencia de Colombia. De ahí que, retomando el inicio, el contexto universal no es el más indicado y favorable para tratar de obtener y consolidar un grupo de Estados amigos o aliados que apoyen y contribuyan con los futuros gobernantes a darle solución eficaz y real a los graves y delicados problemas que a nivel interno padecemos.
Un panorama económico, social y político bastante resquebrajado en el cual los actores violentos y la criminalidad organizada nutrida por el cultivo, comercio y procesamiento ilícito de cocaína, marihuana, heroína y drogas sintéticas manejada por carteles nacionales y extranjeros, no solo hacen parte de la delicada problemática de violencia política y social, sino que, como se ha demostrado en algunas oportunidades, inciden de manera directa e indirecta en la realidad política nacional.
Y como si no hubiera suficientes motivos para buscar la unidad nacional para tratar de encontrar y ejecutar salidas eficaces al difícil y delicado momento histórico que vivimos en las últimas décadas, la notable polarización de nuestra dirigencia política, social, gremial y por qué no, hasta en nuestras Fuerzas Militares, constituye un peligroso ingrediente adicional, que en una concreta circunstancia puede detonar y llevarnos a una confrontación interna, muy similar a la que han vivido diversos Estados de América y del mundo.
A dónde mirar, pero sobre todo cómo actuar, es el gran reto que tendrán que definir en sus principales actos de Gobierno y de Estado quienes sean favorecidos por el voto y la confianza popular a partir del próximo 7 de agosto.
De sus acertadas o equivocadas decisiones, depende demasiado nuestro presente y futuro.