En busca de la diáspora pijao
La migración es un fenómeno universal, no solamente de los seres humanos, sino también de los animales. Es tan antigua como el universo. Es la respuesta de los seres vivos a las necesidades, dificultades y peligros que, en determinados momentos y períodos, surgen de la naturaleza o de las hostilidades y eventuales agresiones contra sus vidas que sus pares les pudiesen ocasionar. Por ello, ante la necesidad de autoabastecerse de alimentos, aparearse, protegerse del clima, o ante el inminente peligro que pone en riesgo su integridad física, o la misma supervivencia, prefieren emigrar.
Aunque esa es una de las principales causas no es la única. La migración en los seres humanos también se genera por la búsqueda de mejores condiciones de vida, amistades, entorno social o político afín a sus creencias, percepción de la vida y la sociedad. El mismo poblamiento de América surgió -o ¿se acrecentó? – por la entrada de migrantes por el estrecho de Bering, bajo ciertas condiciones climáticas que lo permitieron.
Según afirman algunos historiadores, la mayor migración interna dentro de los Estados se produjo a raíz de la Revolución Industrial, cuando los campesinos abandonaron sus feudos para unirse al acrecentado poblamiento de las ciudades. Igualmente se destaca la emigración externa de habitantes de los países europeos, ocurrida entre 1800 y 1950, que, por necesidades económicas o deseos de buscar otras oportunidades de vida, arribaron con sus familias a América.
La arista más alta de ese delicado problema de la humanidad se vive a raíz de las confrontaciones políticas, religiosas, económicas, raciales y militares. De ahí que, al terminar la Segunda Guerra Mundial, y con la constitución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los Estados asociados decidieron crear un órgano mundial que asumiera el estudio y la solución del problema de los refugiados internos y externos de los países asociados. Se creó así la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR, 1950). Desde tal fecha esa entidad analiza y busca solucionar el problema del desplazamiento forzado ─interno y externo─ bajo dos figuras bien diferentes: el refugio y el asilo.
En Colombia, el fenómeno del desplazamiento forzado y voluntario ha tenido una dimensión bastante crítica. Las confrontaciones políticas y sociales; la lucha por la tierra; el cultivo, la producción y comercialización de marihuana, coca y amapola; los problemas étnicos y raciales, entre otros, han hecho del desplazamiento forzado interno y externo uno de los problemas más relevantes del Estado.
El departamento del Tolima, en Colombia, es uno de los territorios ─para nuestro infortunio─ de los que más ha padecido ese fenómeno político y social, el cual tuvo su origen a mediados del siglo XIX con el repoblamiento surgido por el fenómeno de la llamada «colonización antioqueña» y las posteriores circunstancias derivadas de la confrontación política y social que se inició con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1948) y el posterior surgimiento de las organizaciones guerrilleras, el paramilitarismo y las bandas criminales conocidas como Bacrim.
De ahí que la iniciativa que tomó el departamento del Tolima, por intermedio de su gobernador, Ricardo Orozco, de convertir en política pública un capítulo destinado a la caracterización, vinculación, atención y apoyo a la población tolimense que, por diversas circunstancias, migró hacia otros países y está dispuesta a jugar un papel protagónico en su desarrollo económico, político y social, sea loable y positiva y merezca el apoyo y la participación activa de todos los tolimenses.
La REVISTA COFRADÍA se hace partícipe en esa propuesta, y desde sus columnas de opinión emprenderemos esa gesta teniendo en cuenta que son necesarias la integración y la participación de quienes queremos y vivimos en este terruño, para contribuir al progreso, desarrollo y bienestar de nuestra región.
Desde hoy nuestro lema será: «EN BUSCA DE LA DIÁSPORA PIJAO».