El mal ejemplo de Caracol

La empresa radial Caracol nació en Medellín en el año 1948 cuando la emisora La Voz de Antioquia adquirió parte de los derechos accionarios de la emisora Nuevo Mundo de Bogotá. A finales de ese mismo año, la emisora Radio Cacique de Ibagué decidió hacer parte de esa cadena y les siguieron las emisoras Fuentes de Cartagena, emisoras Unidas de Barranquilla y la radiodifusora de Occidente de Cali.
Cuarenta años después (1987), Caracol era una de las dos más importantes empresas radiales del país y uno de los medios de comunicación de mayor influencia en Colombia. Esto llevó a que el Grupo Empresarial Bavaria, de propiedad del industrial Julio Mario Santo Domingo, se interesara en ella y adquiriera su propiedad.
En el año 1989 Caracol decide hacer un holding empresarial con el grupo español Prisa, propietario de la cadena Ser, e ingresar al mercado radial en los Estados Unidos. En el 2003 el grupo Empresarial Prisa logró concretar su compra total con Julio Mario Santo Domingo y se hizo a la propiedad de la cadena que integraban los sistemas de radiodifusión de alcance nacional Caracol Radio, W Radio, Tropicana, Oxígeno, Radiactiva, Los 40 y Bésame.
Sin lugar a equívocos Caracol es la cadena radial de mayor audiencia y sintonía en noticias, opinión e investigación en Colombia y en ella han laborado y laboran los mejores periodistas y líderes de opinión del país.
Aunque la actividad radial y periodística dejó de tener como exigencia en Colombia la preexistencia de un título académico de comunicador social, periodista, locutor, radiodifusor o similar, toda vez que hacerlo sería limitar el derecho a la libertad de expresión, opinión y ejercicio de la actividad periodística establecido en el artículo 20 de la Constitución Política, los medios de comunicación sí tenemos la obligación de seleccionar y escoger quién o quienes son las personas que utilizando nuestro medio de comunicación van a ser transmisores de esos derechos constitucionalmente consagrados.
Y no se trata de imponer una limitante arbitraria, política, ideológica, social o sexual a quienes quieren y tienen la libertad y el derecho de ejercer el periodismo o la libertad de expresión. No, se trata de evitar que quienes han cometido delitos graves que lesionaron bienes jurídicos del Estado, de la sociedad o de la humanidad, den cátedra de ética, moral, pontifiquen o incidan en la opinión de sectores poblacionales fácilmente influenciables, cuando ni siquiera aún han terminado de pagar las penas.
El caso del señor Luís Eduardo Esquivel Arias, condenado por varios delitos contra el patrimonio del Estado y la Administración Pública y quien ejerce como comentarista y opinador en varias emisoras de la Cadena Caracol en Ibagué y el Tolima, es un mal ejemplo que le da a los colombianos tan importante y prestigiosa cadena radial.