¿Consistentes?

Nos piden y pedimos que seamos firmes cuando decimos algo. Ser congruentes entre lo que expresamos, hacemos, y asumamos las consecuencias por decir y hacer.
Si en la vida cotidiana es escaso encontrar personas consistentes, o como se diría “integras” en política, este valor no existe. En el quehacer político vemos a los dirigentes hacer piruetas, vestirse de camaleón, confirmar y reafirmar lo que no ha dicho. Cambiar la versión y hasta contratar testigos para que digan que el asunto en discusión no es así, sino lo contrario.
Con el fin de evitar las contradicciones verbales se estableció que los programas de gobierno deberían inscribirse o registrarse ante notario. Igual, empiezan a manifestar que fueron mal interpretados, que es relativo, y por último, que en “contexto” actual es imposible con esas propuestas.
Afortunadamente, las redes sociales encaminadas a la búsqueda del bien común, nos recuerdan las promesas incumplidas. Pero nada de esto es suficiente. Seguimos eligiendo a los mismos, sabiendo que nos embabucan ya sea por ignorancia o porque nos satisface tener tema para quejarnos, maldecir, o buscar pretextos para no participar en la toma de decisiones.
Tenemos la oportunidad de cerrar los ojos ante la realidad y seguir ciegamente a quien consideramos es el poseedor de la verdad, pero el que quiera tenerlos abiertos no le bastan los dos, es necesario trascender donde se analice lo nimio, lo absurdo, lo imperceptible, porque allí están los mensajes de los que manipulan la opinión pùblica y año tras año con sus “verdades” se mantienen en el poder.
El último episodio de corrupción en el Ministerio de Tecnologías de la Información y la Comunicación – MITIC – por 70 mil millones es un ejemplo contundente donde la responsabilidad social de los dirigentes es nula. Lo primero que hicieron desde el presidente de la República, fue exonerar de responsabilidades a la ministra. Cada cual da sus versiones, las acomoda al momento y terminan diciendo: “se hará una exaustiva investigación, caiga quien caiga, y no quedará títere con cabeza.”
Les aseguro, que si la actual ministra Karen Abudinen se postula a elecciones populares, sale elegida, con el argumento de que tenía buenas intenciones de dotar las zonas rurales de tecnologías que les permitieran a los jóvenes acceder al mundo virtual y que fue engañada por el consorcio denominado “Unión temporal de Centros Poblados” que como su nombre lo indica, era una unión temporal mientras sacaban los dineros del país.
De esa incongruencia es la que hablo. El relativismo (negación de verdades) nos permite hacer el esguince para justificar la elección, reelección y nuevamente reelegir a quienes durante años y años han utilizado el erario para beneficio personal y han utilizado el miedo a la violencia para ejercer la violencia.
El ciudadano hoy no tiene las suficientes herramientas para dilucidar las estrategias políticas. Con la cantaleta del miedo a la polarización se reelige a los violentos y con el engañifa de cambiar a las tradicionales familias que han ostentado el poder, se reeligen sus parientes para no perder la tradición.
Una explicación de nuestra debilidad para ser congruentes entre lo que queremos cambiar y no cambiamos, reside en el hecho de que gran parte de los medios de comunicación requieren de ciudadanos receptivos y alérgicos a la polémica o a la crítica. Mientras polarizan a los ciudadanos, a su vez generan miedo por la polarizan y convocan a la unidad. Confunden entre polarización y argumentación de manera cínica, porque cada idea contraría sus intereses. No debaten con las neuronas, sino con las tripas, y de ahí viene la costumbre de decir que cuando habla fulano de tal, se me “revuelven las tripas” y así nos mantienen en el oscurantismo.
La polémica, la crítica, la argumentación y contra argumentación es necesaria. Y la contradicción no tiene por qué ser sinónimo de violencia. Por el contrario, enriquece el debate y nos permite tomar decisiones que ayuda a equivocarnos menos y encontrar una salida a los males de este país. La pobreza intelectual y ética de nuestros dirigentes, la corrupción enquistada en todos los estamentos oficiales con la anuencia de una parte del sector privado – caso Odebrecht – y la desigualdad asfixiante que niega la posibilidad de vivir en paz.
PD. Se le ha reconocido personería jurídica al Nuevo liberalismo, movimiento del cual hice parte siendo miembro del Consejo nacional, concejal de Ibagué y suplente de Luís Carlos Galán Sarmiento en la Asamblea del Tolima. Espero que allí se permita el debate abiero, se defienda la Democracia y la paz, y no se permita el ingreso de dirigentes corruptos.